DESPERTAR AL AMOR

miércoles, 5 de octubre de 2011

5 OCTUBRE: Si estoy aprisionado, mi Padre no es libre.


AUDIOLIBRO


EJERCICIOS 

LECCIÓN 278

Si estoy aprisionado, mi Padre no es libre.

1. Si acepto que estoy aprisionado dentro de un cuerpo, en un mundo en el que todo lo que aparentemente vive parece morir, entonces mi Padre está aprisionado al igual que yo. 2Y esto es lo que creo cuando afirmo que tengo que obedecer las leyes que el mundo obedece, y que las flaquezas y los pecados que percibo son reales e ineludibles. 3Si de algún modo estoy aprisionado, ello sig­nifica que no conozco ni a mi Padre ni a mi Ser. 4Y significa asi­mismo que no formo parte de la realidad en absoluto, 5pues la verdad es libre, y lo que está aprisionado no forma parte de la verdad.

2. Padre, lo único que pido es la verdad. 2He tenido muchos pensamien­tos descabellados acerca de mí mismo y de mi creación, y he introducido en mi mente un sueño de miedo. 3Hoy no quiero soñar. 4Elijo el camino que conduce a Ti en lugar de la locura y el miedo. 5Pues la verdad está a salvo, y sólo el amor es seguro.


TEXTO 

 V. El Cristo en ti


1. El Cristo en ti está muy quedo. 2Contempla lo que ama y lo reconoce como Su Propio Ser. 3Y así, se regocija con lo que ve, pues sabe que ello es uno con Él y con Su Padre. 4El especialismo también se regocija con lo que ve, aunque lo que ve no es verdad. 5Aun así, lo que buscas es una fuente de gozo tal como lo concibes. 6Lo que deseas es verdad para ti. 7Pues es imposible desear algo y no tener fe de que ello es real. 8Desear otorga realidad tan irreme­diablemente como ejercer la voluntad crea. 9El poder de un deseo apoya a las ilusiones tan fuertemente como el amor se extiende a sí mismo. 10Excepto que uno de ellos engaña y el otro sana.

2. No hay ningún sueño de querer ser especial que no suponga tu propia condenación, por muy oculta o disfrazada que se encuen­tre la forma en que éste se manifiesta, por muy hermoso que pueda parecer o por muy delicadamente que ofrezca la esperanza de paz y la escapatoria del dolor. 2En los sueños, causa y efecto se intercambian, pues en ellos el hacedor del sueño cree que lo que hizo le está sucediendo a él. 3No se da cuenta de que tomó una hebra de aquí, un retazo de allá y tejió un cuadro de la nada. 4Mas las partes no casan, y el todo no les aporta nada que haga que tengan sentido.

3. ¿De dónde podría proceder tu paz sino del perdón? 2El Cristo en ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese necesitar perdón. 3Él está en paz porque no ve pecado alguno. 4Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no ten­gas? 5Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. 6¡Qué afa­bles son los panoramas que contempla, los sonidos que oye! 7¡Qué hermosa la mano de Cristo, que sostiene a la de Su hermano! a¡Y con cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se pueda oír!

4. Mas deja que tu deseo de ser especial dirija su camino, y tú lo recorrerás con él. 2Y ambos caminaréis en peligro, intentando con­ducir al otro a un precipicio execrable y arrojarlo por él, mientras os movéis por el sombrío bosque de los invidentes, sin otra luz que la de los breves y oscilantes destellos de las luciérnagas del pecado, que titilan por un momento para luego apagarse. 3Pues, ¿en qué puede deleitarse el deseo de ser especial, sino en matar? 4¿Qué busca sino ver la muerte? 5¿Adónde conduce, sino a la destrucción? 6Mas no creas que fue a tu hermano a quien contem­pló primero, ni al que aborreció antes de aborrecerte a ti. 7El pecado que sus ojos ven en él y en lo que se deleitan, lo vio en ti y todavía lo sigue contemplando con deleite. 8Sin embargo, ¿qué deleite te puede dar contemplar la putrefacción y la demencia, y creer que esa cosa que está a punto de desintegrarse, con la carne desprendiéndose ya de los huesos y con cuencas vacías por ojos es como tú?

5. Regocíjate de no tener ojos con los que ver, ni oídos con los que oír, ni manos con las que sujetar nada, ni pies a los que guiar. 2Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. 3Los Suyos son ilusio­nes también, lo mismo que los tuyos. 4Sin embargo, debido a que sirven a un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. 5Y derraman luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar tal como fuiste guiado.

6. El Cristo en ti está muy quedo. 2Él sabe adónde te diriges y te conduce allí dulcemente, bendiciéndote a lo largo de todo el tra­yecto. 3Su Amor por Dios reemplaza todo el miedo que creíste ver dentro de ti. 4Su santidad hace que Él se vea a Sí Mismo en aquel cuya mano tú sujetas, y a quien conduces hasta Él. 5Y lo que ves es igual a ti. 6Pues, ¿a quién sino a Cristo se puede ver, oír, amar y seguir a casa? 7Él te contempló primero, pero recono­ció que no estabas completo. 8De modo que buscó lo que te completa en cada cosa viviente que Él contempla y ama. 9Y aún lo sigue buscando, para que cada una pueda ofrecerte el Amor de Dios.

7. Aun así, Él permanece muy quedo, pues sabe que el amor está en ti ahora, asido con firmeza por la misma mano que sujeta a la de tu hermano. 2La mano de Cristo sujeta a todos sus hermanos en Sí Mismo. 3Él les concede visión a sus ojos invidentes y les canta himnos celestiales para que sus oídos dejen de oír el estruendo de las batallas y de la muerte. 4Él se extiende hasta otros a través de ellos, y les ofrece Su mano para que puedan bendecir toda cosa viviente y ver su santidad. 5Él se regocija de que éstos sean los panoramas que ves, y de que los contemples con Él y compartas Su dicha. 6Él está libre de todo deseo de ser especial y eso es lo que te ofrece, a fin de que puedas salvar de la muerte a toda cosa viviente y recibir de cada una el don de vida que tu perdón le ofrece a tu Ser. 7La visión de Cristo es lo único que se puede ver. 8El canto de Cristo es lo único que se puede oír. 9La mano de Cristo es lo único que se puede asir. 10No hay otra jornada, salvo caminar con Él.

8. Tú que te contentarías con ser especial y que buscarías la salva­ción luchando contra el amor, considera esto: el santo Señor del Cielo ha descendido hasta ti para ofrecerte tu compleción. 2Lo que es de Él es tuyo porque en tu compleción reside la Suya. 3Él, que no dispuso estar sin Su Hijo, jamás habría podido disponer que tú estuvieses sin tus hermanos. 4¿Y te habría dado Él un hermano que no fuese tan perfecto como tú y tan semejante a Él en santidad como tú no puedes sino serlo también?

9. Antes de que pueda haber conflicto tiene que haber duda. 2Y toda duda tiene que ser acerca de ti mismo. 3Cristo no tiene nin­guna duda y Su serenidad procede de Su certeza. 4Él intercam­biará todas tus dudas por Su certeza, si aceptas que Él es uno contigo y que esa unidad es interminable, intemporal y que está a tu alcance porque tus manos son las Suyas. 5Él está en ti, sin embargo, camina a tu lado y delante de ti, mostrándote el camino que Él debe seguir para encontrar Su Propia compleción. 6Su quietud se convierte en tu certeza. 7¿Y dónde está la duda una vez que la certeza ha llegado?

 

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