DESPERTAR AL AMOR

jueves, 30 de junio de 2011

30 JUNIO: Introducción. Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.


AUDIOLIBRO

EJERCICIOS


Introducción a las lecciones 181-200


1. El propósito de estas próximas lecciones es intensificar tu buena voluntad a fin de fortalecer tu débil compromiso y de fun­dir todos tus variados objetivos en un solo empeño. 2No se te pide que tu dedicación sea total todo el tiempo. 3Pero sí que prac­tiques ahora a fin de llegar a alcanzar la sensación de paz que, aunque sólo sea de manera intermitente, tal compromiso unifi­cado brinda. 4Experimentar eso es lo que hará que estés comple­tamente dispuesto a seguir el camino que este curso señala.

2. Nuestras lecciones están ahora orientadas específicamente a ampliar tus horizontes, y a tratar de manera directa con determi­nados obstáculos que mantienen tu visión constreñida y dema­siado limitada para dejarte ver el valor de nuestro objetivo. 2Lo que nos proponemos ahora es trascender esos obstáculos, aun­que sólo sea brevemente. 3Las palabras en sí no pueden transmi­tir la sensación de liberación que se experimenta una vez que se han eliminado dichos obstáculos. 4Mas la experiencia de libertad y de paz que descenderá sobre ti cuando renuncies a tu férreo control de lo que ves será más que suficiente para convencerte. 5Tu motivación se intensificará de tal manera que las palabras dejarán de ser relevantes. 6Sabrás con certeza lo que quieres y lo que no tiene valor.

3. Así pues, comencemos la jornada que nos llevará más allá de las palabras, concentrándonos en primer lugar en lo que todavía supone un escollo para tu progreso. 2La experiencia de lo que existe más allá de toda actitud defensiva sigue siendo inalcanza­ble mientras se siga negando. 3Quizá esté ahí, pero tú no puedes aceptar su presencia. 4De modo que lo que nos proponemos ahora es ir más allá de todas las defensas por un breve intervalo cada día. 5No se te pide nada más porque no se necesita nada más. 6Ello será suficiente para garantizar que todo lo demás llegue.




AUDIOLIBRO


EJERCICIOS

LECCIÓN 181

Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.

1. Confiar en tus hermanos es esencial para establecer y sustentar tu fe en tu propia capacidad para trascender tus dudas y tu falta de absoluta convicción en ti mismo. 2Cuando atacas a un her­mano, proclamas que está limitado por lo que tú has percibido en él. 3No estás viendo más allá de sus errores. 4Por el contrario, éstos se exageran, convirtiéndose en obstáculos que te impiden tener conciencia del Ser que se encuentra más allá de tus propios erro­res, así como de sus aparentes pecados y de los tuyos.

2. La percepción tiene un enfoque. 2Eso es lo que hace que lo que ves sea consistente. 3Cambia de enfoque, y, lo que contemples, consecuentemente cambiará. 4Ahora se producirá un cambio en tu visión para apoyar la intención que ha reemplazado a la que antes tenías. 5Deja de concentrarte en los pecados de tu hermano, y experimentarás la paz que resulta de tener fe en la impecabilidad. 6El único apoyo que esta fe recibe procede de lo que ves en otros más allá de sus pecados. 7Pues sus errores, si te concentras en ellos, no son sino testigos de tus propios pecados. 8Y no podrás sino verlos, lo cual te impedirá ver la impecabilidad que se encuentra más allá de ellos.

3. En nuestras prácticas de hoy, por lo tanto, lo primero que vamos a hacer es dejar que todos esos insignificantes enfoques den paso a la gran necesidad que tenemos de que nuestra impeca­bilidad se haga evidente. 2Damos instrucciones a nuestras mentes para que, por un breve intervalo, eso, y sólo eso, sea lo que bus­quen. 3No vamos a preocuparnos por objetivos futuros. 4Lo que vimos un instante antes no nos preocupará en absoluto dentro de este lapso de tiempo en el que nuestra práctica consiste en cam­biar de intención. 5Buscamos la inocencia y nada más. 6Y la busca­mos sin interesarnos por nada que no sea el ahora.

4. Uno de los mayores obstáculos que ha impedido tu éxito ha sido tu dedicación a metas pasadas y futuras. 2El que las metas que propugna este curso sean tan extremadamente diferentes de las que tenías antes ha sido motivo de preocupación para ti. 3Y también te has sentido consternado por el pensamiento restric­tivo y deprimente de que, incluso si tuvieses éxito, volverías ine­vitablemente a perder el rumbo.

5. ¿Por qué habría de ser esto motivo de. preocupación? 2Pues el pasado ya pasó y el futuro es tan solo algo imaginario. 3Preocupa­ciones de esta índole no son sino defensas: para impedir que cam­biemos el enfoque de nuestra percepción en el presente. 4Nada más. 5Vamos a dejar de lado estas absurdas limitaciones por un momento. 6No vamos a recurrir a creencias pasadas, ni a dejar que lo que hayamos de creer en el futuro nos estorbe ahora. 7Damos comienzo a nuestra sesión de práctica con un solo propósito: ver la impecabilidad que mora dentro de nosotros.

6. Reconoceremos que hemos perdido de vista este objetivo si de alguna manera la ira se interpone en nuestro camino. 2Y si se nos ocurre pensar en los pecados de un hermano, nuestro restringido foco nos nublará la vista y nos hará volver los ojos hacia nuestros propios errores, que exageraremos y llamaremos "pecados". 3De modo que, por un breve intervalo, de surgir tales obstáculos, los transcenderemos sin ocuparnos del pasado o del futuro, dando instrucciones a nuestras mentes para que cambien de foco, según decimos:

4No es esto lo que quiero contemplar.
5Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.

7. Y nos valdremos asimismo de este pensamiento para mante­nernos a salvo a lo largo del día. 2No estamos interesados en metas a largo plazo. 3Conforme cada uno de los obstáculos nuble la visión de nuestra impecabilidad, lo único que nos interesará será poner fin, por un instante, al dolor que, de concentrarnos en el pecado experimentaríamos, y que, de no corregirlo, persistiría.

8. No vamos en pos de fantasías. 2Pues lo que procuramos con­templar está realmente ahí. 3Y conforme nuestro foco se extienda más allá del error, veremos un mundo completamente impecable. 4Y cuando esto sea lo único que queramos ver y lo único que busquemos en nombre de la verdadera percepción, los ojos de Cristo se volverán inevitablemente los nuestros. 5El Amor que Él siente por nosotros se volverá también el nuestro. 6Esto será lo único que veremos reflejado en el mundo, así como en nosotros mismos.

9. El mundo que una vez proclamó nuestros pecados se convierte ahora en la prueba de que somos incapaces de pecar. 2Y nuestro amor por todo aquel que contemplemos dará testimonio de que recordamos al santo Ser que no conoce el pecado, y que jamás podría concebir nada que no compartiese Su impecabilidad. 3Éste es el recuerdo que queremos evocar hoy cuando consagramos nuestras mentes a la práctica. 4No miramos ni hacia adelante ni hacia atrás. 5Miramos directamente al presente. 6Y depositamos nuestra fe en la experiencia que ahora pedimos. 7Nuestra impeca­bilidad no es sino la Voluntad de Dios. 8En este instante nuestra voluntad dispone lo mismo que la Suya.

TEXTO

XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio

1. No temas reconocer que la idea del sacrificio no es sino tu pro­pia invención, 2ni trates de protegerte a ti mismo buscando seguri­dad donde no la hay. 3Tus hermanos y tu Padre se han vuelto muy temibles para ti. 4Y estás dispuesto a regatear con ellos por unas cuantas relaciones especiales, en las que crees ver ciertos vestigios de seguridad. 5No sigas tratando de mantener tus pensamientos separados del Pensamiento que se te ha dado. 6Cuando aquellos se ponen al lado de Éste y se perciben allí donde realmente se encuentran, elegir entre ellos no es más que un dulce despertar, tan simple como abrir los ojos a la luz del día cuando ya no tienes más sueño.

2. El símbolo de la Navidad es una estrella: una luz en la oscuri­dad. 2No la veas como algo que se encuentra fuera de ti, sino como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la señal de que la hora de Cristo ha llegado. 3Cristo llega sin exigir nada. 4No le exige a nadie ningún tipo de sacrificio. 5En Su Pre­sencia la idea de sacrificio deja de tener significado, 6pues Él es el Anfitrión de Dios. 7Y tú no tienes más que invitar a Aquel que ya se encuentra ahí, al reconocer que Su Anfitrión es Uno y que ningún pensamiento ajeno a Su Unicidad puede residir allí con Él. 8El amor tiene que ser total para que se le pueda dar la bienve­nida, pues la Presencia de la santidad es lo que crea la santidad que lo envuelve. 9Ningún temor puede asaltar al Anfitrión que le abre los brazos a Dios en la hora de Cristo, pues el Anfitrión es tan santo como la Perfecta Inocencia a la que protege, y Cuyo poder a su vez lo protege a Él.

3. Esta Navidad entrégale al Espíritu Santo todo lo que te hiere. 2Permítete a ti mismo ser sanado completamente para que puedas unirte a Él en la curación, y celebremos juntos nuestra liberación liberando a todo el mundo junto con nosotros. 3Inclúyelo todo, pues la liberación es total, y cuando la hayas aceptado junto conmigo la darás junto conmigo 4Todo dolor, sacrificio o peque­ñez desaparecerá de nuestra relación, que es tan pura como la relación que tenemos con nuestro Padre, y tan poderosa. 5Todo dolor que se traiga ante nuestra presencia desaparecerá, y sin dolor no puede haber sacrificio. 6Y allí donde no hay sacrificio, allí está el amor.

4. Tú que crees que el sacrificio es amor debes aprender que el sacrificio no hace sino alejarnos del amor. 2Pues el sacrificio conlleva culpabilidad tan inevitablemente como el amor brinda paz. 3La culpabilidad es la condición que da lugar al sacrificio, de la misma manera en que la paz es la condición que te permite ser consciente de tu relación con Dios. 4Mediante la culpabilidad excluyes a tu Padre y a tus hermanos de ti mismo. 5Mediante la paz los invitas de nuevo al darte cuenta de que ellos se encuentran allí donde tú les pides que estén. 6Lo que excluyes de ti mismo parece temible, pues lo imbuyes de temor y tratas de deshacerte de ello, si bien forma parte de ti. 7¿Quién puede percibir parte de sí mismo como despreciable, y al mismo tiempo vivir en paz con­sigo mismo? 8¿Y quién puede tratar de resolver su "conflicto" interno entre el Cielo y el infierno expulsando al Cielo y dotán­dolo de los atributos del infierno, sin sentirse incompleto y solo?

5. Mientras percibas el cuerpo como lo que constituye tu realidad, te percibirás a ti mismo como un ser solitario y desposeído. 2Y te percibirás también como una víctima del sacrificio, y creerás que está justificado sacrificar a otros. 3Pues ¿quién podría rechazar al Cielo y a su Creador sin experimentar una sensación de sacrificio y de pérdida? 4¿Y quién podría ser objeto de sacrificios y pérdidas sin tratar de rehacerse a sí mismo? 5No obstante, ¿cómo ibas a poder hacer esto por tu cuenta, cuando la base de tus intentos es que crees en la realidad de la privación? 6Sentirse privado de algo engendra ataque, al ser la creencia de que el ataque está justificado. 7Y mientras prefieras conservar la privación, el ataque se vuelve salvación y el sacrificio amor.

6. Y así resulta que, en tu búsqueda de amor, vas en busca de sacrificio y lo encuentras. 2Mas no encuentras amor. 3Es imposi­ble negar lo que es el amor y al mismo tiempo reconocerlo. 4El significado del amor reside en aquello de lo que te desprendiste, lo cual no tiene significado aparte de ti. 5Lo que prefieres conser­var es lo que no tiene significado, mientras que lo que quieres mantener alejado de ti encierra todo el significado del universo y lo conserva intacto dentro de su propio significado. 6Si el uni­verso no estuviese unido en ti, estaría separado de Dios, y estar sin Él es carecer de significado.

7. En el instante santo se satisface la condición del amor, pues las mentes se unen sin la interferencia del cuerpo, y allí donde hay comunicación hay paz. 2El Príncipe de la Paz nació para re-esta­blecer la condición del amor, enseñando que la comunicación con­tinúa sin interrupción aunque el cuerpo sea destruido, siempre y cuando no veas al cuerpo como el medio indispensable para la comunicación. 3Y si entiendes esta lección, te darás cuenta de que sacrificar el cuerpo no es sacrificar nada, y que la comunicación, que es algo que es sólo propio de la mente, no puede ser sacrifi­cada. 4¿Dónde está entonces el sacrificio? 5Nací para enseñar la lección de que el sacrificio no está en ninguna parte y de que el amor está en todas partes, y ésta es la lección que todavía quiero enseñarles a todos mis hermanos. 6Pues la comunicación lo abarca todo, y en la paz que re-establece, el amor viene por su propia voluntad.

8. No permitas que la desesperanza opaque la alegría de la Navi­dad, pues la hora de Cristo no tiene sentido si no va acompañada de alegría. 2Unámonos en la celebración de la paz, no exigiéndole a nadie ningún sacrificio, pues de esta manera me ofreces el amor que yo te ofrezco. 3¿Qué podría hacernos más felices que percibir que no carecemos de nada? 4 Ése es el mensaje de la hora de Cristo, que yo te doy para que tú lo puedas dar y se lo devuelvas al Padre, que me lo dio a mí. 5Pues en la hora de Cristo se restablece la comunicación, y Él se une a nosotros para celebrar la creación de Su Hijo.

9. Dios le da las gracias al santo anfitrión que desee recibirle y le deje entrar y morar allí donde Él desea estar. 2Y al tú darle la bienvenida, Él te acoge en Sí Mismo, pues lo que se encuentra en ti que le das la bienvenida, se le devuelve a Él. 3Y nosotros no hacemos sino celebrar Su Plenitud cuando le damos la bienve­nida dentro de nosotros. 4Los que reciben al Padre son uno con Él, al ser los anfitriones de Aquel que los creó. 5Y al abrirle las puertas, Su recuerdo llega con Él, y así recuerdan la única rela­ción que jamás tuvieron y que jamás querrán tener.

10. Ésta es la época en la que muy pronto dará comienzo un nuevo año del calendario cristiano. 2Tengo absoluta confianza en que lograrás todo lo que te propongas hacer. 3Nada te ha de faltar, y tu voluntad será completar, no destruir. 4Dile, entonces, a tu her­mano:

5Te entrego al Espíritu Santo como parte de mí mismo.
6Sé que te liberarás, a menos que quiera valerme de ti
para aprisionarme a mí mismo.
7En nombre de mi libertad elijo. tu liberación porque
reconozco que nos hemos de liberar juntos.

8De esta forma damos comienzo al año con alegría y en libertad. 9Es mucho lo que aún os queda por hacer, y llevamos mucho retraso. 10Acepta el instante santo con el nacimiento de este año, y ocupa tu lugar -por tanto tiempo vacante- en el Gran Despertar. 11Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo. 12Y permite que todas tus relaciones te sean santificadas. 13Ésta es nuestra voluntad. 14Amén.           

miércoles, 29 de junio de 2011

29 JUNIO: REPASO (169-170)



AUDIOLIBRO


EJERCICIOS




LECCIÓN 180

Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

1. (169) Por la gracia vivo. 2Por la gracia soy liberado.
3Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

2. (170) En Dios no hay crueldad ni en mí tampoco.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.


TEXTO

X. La hora del renacer

1. Mientras estés en el tiempo, tendrás el poder de demorar la perfecta unión que existe entre Padre e Hijo. 2Pues en este mundo, la atracción de la culpabilidad se interpone entre ellos. 3En la eternidad, ni el tiempo ni las estaciones del año tienen significado alguno. 4Pero aquí, la función del Espíritu Santo es valerse de ambas cosas, mas no como lo hace el ego. 5Ésta es la temporada en la que se celebra mi nacimiento en el mundo. 6Más no sabes cómo celebrarlo. 7Deja que el Espíritu Santo te enseñe, y déjame celebrar tu nacimiento a través dé Él. 8El único regalo que puedo aceptar de ti es el regalo que yo te hice. 9Libérame tal como yo elijo liberarte a ti: 10Celebramos la hora de Cristo juntos, pues ésta no significa nada si estamos separados.

2. El instante santo es verdaderamente la hora de Cristo. 2Pues en ese instante liberador, no se culpa al Hijo de Dios por nada y, de esta manera, se le restituye su poder ilimitado. 3¿Qué otro regalo puedes ofrecerme cuando yo elijo ofrecerte sólo éste? 4Verme a mí es verme en todo el mundo y ofrecerles a todos el regalo que me ofreces a mí. 5Soy tan incapaz de recibir sacrificios como lo es Dios, y todo sacrificio que te exiges a ti mismo me lo exiges a mí también. 6Debes reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se le impone al acto de dar. 7Y mediante esa limitación limitas la aceptación del regalo que yo te ofrezco.

3. Nosotros que somos uno, no podemos dar por separado. 2Cuando estés, dispuesto a reconocer que nuestra relación es real, la culpabilidad dejará de ejercer atracción sobre ti. 3Pues en nues­tra unión aceptarás a todos nuestros hermanos. 4Nací con el solo propósito de dar el regalo de la unión. 5Dámelo a mí, para que así puedas disponer de él. 6La hora de Cristo es la hora señalada para el regalo de la libertad que se le ofrece a todo el mundo. 7Y al tú aceptarla, se la ofreces a todos.

4. En tus manos está hacer que esta época del año sea santa, pues en tus manos está hacer que la hora de Cristo tenga lugar ahora. 2Es posible hacer esto de inmediato, pues lo único que ello requiere es un cambio de percepción, ya que únicamente come­tiste un error. 3Parecen haber sido muchos, pero todos ellos son en realidad el mismo. 4Pues aunque el ego se manifiesta de muchas formas, es siempre la expresión de una misma idea: 5lo que no es amor es siempre miedo, y nada más que miedo.

5. No es necesario seguir al miedo por todas las tortuosas rutas subterráneas en las que se oculta en la oscuridad, para luego emerger en formas muy diferentes de lo que es. 2Pero sí es nece­sario examinar cada una de ellas mientras aún conserves el prin­cipio que las gobierna a todas. 3Cuando estés dispuesto a considerarlas, no como manifestaciones independientes, sino como diferentes expresiones de una misma idea, la cual ya no deseas, desaparecerán al unísono. 4La idea es simplemente ésta: crees que es posible ser anfitrión del ego o rehén de Dios. 5Éstas son las opciones que crees tener ante ti, y crees asimismo que tu decisión tiene que ser entre una y otra. 6No ves otras alternativas, pues no puedes aceptar el hecho de que el sacrificio no aporta nada. 7El sacrificio es un elemento tan esencial en tu sistema de pensamiento, que la idea de salvación sin tener que hacer algún sacrificio no significa nada para ti. 8Tu confusión entre lo que es el sacrificio y lo que es el amor es tan aguda que te resulta impo­sible concebir el amor sin sacrificio. 9Y de lo que debes darte cuenta es de lo siguiente: el sacrificio no es amor sino ataque. 10Sólo con que aceptases esta idea, tu miedo al amor desaparece­ría. 11Una vez que se ha eliminado la idea del sacrificio ya no podrá seguir habiendo culpabilidad. 12Pues si hay sacrificio, alguien siempre tiene que pagar para que alguien gane. 13Y la única cuestión pendiente es a qué precio y a cambio de qué.

6. Como anfitrión del ego, crees que puedes descargar toda tu culpabilidad siempre que así lo desees, y de esta manera comprar paz. 2Y no pareces ser tú el que paga. 3Y aunque si bien es obvio que el ego exige un pago, nunca parece que es a ti a quien se lo exige. 4No estás dispuesto a reconocer que el ego, a quien tú invitaste, traiciona únicamente a los que creen ser su anfitrión. 5El ego nunca te permitirá percibir esto, ya que este reconocimiento lo dejaría sin hogar. 6Pues cuando este reconocimiento alboree claramente, ninguna apariencia que el ego adopte para ocultarse de tu vista te podrá engañar. 7Toda apariencia será reconocida tan sólo como una máscara de la única idea que se oculta tras todas ellas: que el amor exige sacrificio, y es, por lo tanto, insepa­rable del ataque y del miedo. 8Y que la culpabilidad es el costo del amor, el cual tiene que pagarse con miedo.

7. ¡Cuán temible, pues, se ha vuelto Dios para ti! a¡Y cuán grande es el sacrificio que crees que exige Su amor! 2Pues amar totalmente supondría un sacrificio total. 3Y de este modo, el ego parece exi­girte menos que Dios, y de entre estos dos males lo consideras el menor: a uno de ellos tal vez se le deba temer un poco, pero al otro, a ése hay que destruirlo. 4Pues consideras que el amor es destructivo, y lo único que te preguntas es: ¿quién va a ser destruido, tú u otro? 5Buscas la respuesta a esta pregunta en tus rela­ciones especiales, en las que en parte pareces ser destructor y en parte destruido, aunque incapaz de ser una u otra cosa completa­mente. 6Y crees que esto te salva de Dios, Cuyo absoluto Amor te destruiría completamente.

8. Crees que todo el mundo exige algún sacrificio de ti, pero no te das cuenta de que eres tú el único que exige sacrificios, y única­mente de ti mismo. 2Exigir sacrificios, no obstante, es algo tan brutal y tan temible que no puedes aceptar dónde se encuentra dicha exigencia. 3El verdadero costo de no aceptar este hecho ha sido tan grande que, antes que mirarlo de frente, has preferido renunciar a Dios. 4Pues si Dios te exigiese un sacrificio total, pare­cería menos peligroso proyectarlo a Él al exterior y alejarlo de ti, que ser Su anfitrión. 5A Él le atribuiste la traición del ego, e invi­taste a éste a ocupar Su lugar para que te protegiese de Él. 6Y no te das cuenta de que a lo que le abriste las puertas es precisamente lo que te quiere destruir y lo que exige que te sacrifiques totalmente. 7Ningún sacrificio parcial puede aplacar a este cruel invitado, pues es un invasor que tan sólo aparenta ser bondadoso, pero siempre con vistas a hacer que el sacrificio sea total.

9. No lograrás ser un rehén parcial del ego, pues él no cumple sus promesas y te desposeerá de todo. 2Tampoco puedes ser su anfitrión sólo en parte. 3Tienes que elegir entre la libertad abso­luta y la esclavitud absoluta, pues éstas son las únicas alternati­vas que existen. 4Has intentado transigir miles de veces a fin de evitar reconocer la única alternativa por la que te tienes que deci­dir. 5Sin embargo, reconocer esta alternativa tal como es, es lo que hace que elegirla sea tan fácil. 6La salvación es simple, por ser de Dios, y es, por lo tanto, muy fácil de entender. 7No trates de pro­yectarla y verla como algo que se encuentra en el exterior. 8En ti se encuentran tanto la pregunta como la respuesta, lo que te exige sacrificio así como la paz de Dios.

martes, 28 de junio de 2011

28 JUNIO: REPASO (167-168)


AUDIOLIBRO

EJERCICIOS




LECCIÓN 179

Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

1. (167) Sólo hay una vida, y ésa es la vida que comparto con Dios.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

2. (168) Tu gracia me es dada. 2La reclamo ahora.
3Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.



TEXTO

VIII. La única relación real

1. El instante santo no es un sustitutivo de tu necesidad de aprender, pues el Espíritu Santo no puede dejar de ser tu Maestro hasta que el instante santo se haya extendido mucho más allá del tiempo. 2A fin de llevar a cabo Su tarea docente, el Espíritu Santo tiene que valerse de todo lo que hay en este mundo para tu libera­ción. 3Tiene que aprovechar cualquier señal o indicación de que estás dispuesto a aprender de Él lo que es la verdad. 4No se demora en utilizar cualquier cosa que le ofrezcas en favor de eso. 5Su interés por ti y el cuidado que te profesa son ilimitados. 6En vista del miedo que tienes del perdón, que Él percibe con la misma claridad con la que sabe que el perdón libera, Él te ense­ñará a recordar que el perdón no conlleva ninguna clase de pér­dida, sino que, por el contrario, es tu salvación. 7Y te enseñará asimismo que perdonando completamente, es decir, reconociendo que no hay nada que necesite ser perdonado, quedas completa­mente absuelto.

2. Escúchale gustosamente, y aprende de Él que no tienes necesi­dad de relaciones especiales en absoluto. 2Lo único que buscas en ellas es aquello que desechaste. 3Y a través de ellas nunca podrás aprender el valor de lo que descartaste, lo cual, sin embargo, sigues anhelando con todo tu corazón: 4Unámonos para hacer que el instante santo sea lo único que hay, al desear que sea lo único que hay. 5El Hijo de Dios tiene tanta necesidad de que estés dispuesto a tratar de lograr esto, que es imposible concebir una necesidad mayor. 6Contempla la única necesidad que Dios y Su Hijo comparten, y que quieren satisfacer juntos. 7No estás solo en esto. 8La voluntad de tus creaciones te llama para que compartas tu voluntad con ellas. 9Por lo tanto, dale la espalda a la culpabilidad en paz y dirígete hacia Dios y hacia tus creaciones.

3. Relaciónate únicamente con lo que nunca te abandonará y con lo que nunca podrías abandonar. 2La soledad del Hijo de Dios es la soledad de su Padre. 3No rechaces la conciencia de tu comple­ción, ni procures restituírtela tú mismo. 4No tengas miedo de poner la redención en manos del Amor de tu Redentor. 5Él no te fallará, pues viene de parte de Uno que no puede fallar. 6Acepta tu sensación de fracaso como una simple equivocación con res­pecto a quién eres. 7Pues el santo anfitrión de Dios se encuentra más allá de todo fracaso, y nada que su voluntad disponga puede ser negado. 8Estás eternamente en una relación tan santa, que invoca a todo el mundo a escaparse de la soledad y a unirse a ti en tu amor. 9Y todo el mundo tiene que buscar el lugar donde estás y encontrarte allí.

4. Piensa en esto por un instante: Dios te dio la Filiación para asegurar tu perfecta creación. 2Ése fue Su regalo, pues tal como Él no se negó a darse a Sí Mismo a ti, tampoco se negó a darte Su creación. 3Todo lo que jamás fue creado es tuyo. 4Tu única rela­ción es la relación que tienes con todo el universo. 5Y ese universo, al ser de Dios, está mucho más allá de la mísera suma de todos los cuerpos separados que percibes. 6Pues todas las partes del universo están unidas en Dios a través de Cristo, donde se vuelven semejantes a su Padre. 7Cristo sabe que Él no está sepa­rado de Su Padre, Quien constituye Su única relación, en la que Él da tal como Su Padre le da a Él.

5. El Espíritu Santo es el intento de Dios de liberarte de lo que Él no entiende. 2Y por razón del Origen del intento, éste no puede fracasar. 3El Espíritu Santo te pide que respondas tal como Dios lo hace, pues quiere enseñarte lo que tú no entiendes. 4Dios respon­derá a toda necesidad, sea cual fuere la forma en que ésta se manifieste. 5El Espíritu Santo, por consiguiente, mantiene este canal abierto para recibir la comunicación de Dios a ti y la tuya a Él. 6Dios no entiende tu problema de comunicación, pues Él no lo comparte contigo. 7Tú eres el único que cree que es comprensible. 9EI Espíritu Santo sabe que no lo es, y, sin embargo, lo entiende porque tú lo inventaste.

6.  La conciencia de lo que Dios no puede saber y de lo que tú no entiendes reside únicamente en el Espíritu Santo. 2Su santa fun­ción consiste en aceptar ambas cosas y, al eliminar de ellas todo elemento de desacuerdo, unirlas en una sola. 3Él hará eso porque ésa es Su función. 4Deja, por lo tanto, lo que a ti te parece imposi­ble en manos de Aquel que sabe que sí es posible, toda vez que esa es la Voluntad de Dios. 5Y permite que Aquel cuyas enseñan­zas son sólo en favor de Dios te enseñe el único significado de las relaciones. 6Pues Dios creó la única relación que tiene significado, y esa relación es la relación que Él tiene contigo.


IX. El instante santo y la atracción de Dios

1. Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus her­manos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. 2Este cambio de la percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo. 3Mas es necesario que aprendas exacta­mente lo que dicho cambio entraña, para que por fin llegues a estar dispuesto a hacer que sea permanente. 4Una vez que estés dispuesto, esta visión no te abandonará nunca, pues es perma­nente. 5Cuando la hayas aceptado como la única percepción que deseas, se convertirá en conocimiento debido al papel que Dios Mismo desempeña en la Expiación, pues es el único paso en ella que Él entiende. 6Esto, por lo tanto, no se hará de esperar una vez que estés listo para ello. 7Dios ya está listo, tú no.

2. Nuestra tarea consiste en continuar, lo más rápidamente posi­ble, el ineludible proceso de hacer frente a cualquier interferencia y de verlas a todas exactamente como lo que son. 2Pues es imposi­ble que reconozcas que lo que crees que quieres no te ofrece absolutamente ninguna gratificación. 3El cuerpo es el símbolo del ego, tal como el ego es el símbolo de la separación. 4Y ambos no son más que intentos de entorpecer la comunicación y, por lo tanto, de imposibilitarla. 5Pues la comunicación tiene que ser ilimitada para que tenga significado, ya que si no tuviese significado te dejaría insatisfecho. 6La comunicación sigue siendo, sin embargo, el único medio por el que puedes entablar auténticas relaciones, que al haber sido establecidas por Dios, son ilimitadas.

3. En el instante santo, en el que los Grandes Rayos reemplazan al cuerpo en tu conciencia, se te concede poder reconocer lo que son las relaciones ilimitadas. 2Mas para ver esto, es necesario renunciar a todos los usos que el ego hace del cuerpo y aceptar el hecho de que el ego no tiene ningún propósito que tú quieras compartir con él. 3Pues el ego quiere reducir a todo el mundo a un cuerpo para sus propios fines, y mientras tú creas que el ego tiene algún fin, elegirás utilizar los medios por los que él trata de que su fin se haga realidad. 4Mas esto nunca tendrá lugar. 5Sin embargo, debes haberte dado cuenta de que el ego, cuyos objeti­vos son absolutamente inalcanzables, luchará por conseguirlos con todas sus fuerzas, y lo hará con la fortaleza que tú le has prestado.

4. Es imposible dividir tu fuerza entre el Cielo y el infierno, o entre Dios y el ego, y liberar el poder que se te dio para crear, que es para lo único que se te dio. 2El amor siempre producirá expansión. 3El ego es el que exige límites, y éstos representan sus exi­gencias de querer empequeñecer e incapacitar. 4Si te limitas a ver a tu hermano como un cuerpo, que es lo que harás mientras no quieras liberarlo del mismo, habrás rechazado el regalo que él te puede hacer. 5Su cuerpo es incapaz de dártelo, 6y tú no debes buscarlo a través del tuyo. 7Entre vuestras mentes, no obstante, ya existe continuidad, y lo único que es necesario es que se acepte su unión para que la soledad desaparezca del Cielo.

5. Sólo con que le permitieses al Espíritu Santo hablarte del Amor que Dios te profesa y de la necesidad que tienen tus creaciones de estar contigo para siempre, experimentarías la atracción de lo eterno. 2Nadie puede oír al Espíritu Santo hablar de esto y seguir estando dispuesto a demorarse aquí por mucho más tiempo. 3Pues tu voluntad es estar en el Cielo, donde no te falta nada y donde te sientes en paz, en relaciones tan seguras y amorosas que es imposible que en ellas haya límite alguno. 4¿No desearías intercambiar tus irrisorias relaciones por esto? 5Pues el cuerpo es insignificante y limitado, y sólo aquellos que desees ver libres de los límites que el ego quisiera imponer sobre ellos, pueden ofre­certe el regalo de la libertad.

6. No tienes la menor idea de los limites que le has impuesto a tu percepción ni de toda la belleza que podrías ver. 2Pero recuerda esto: la atracción de la culpabilidad es lo opuesto a la atracción de Dios. 3La atracción que Dios siente por ti sigue siendo ilimi­tada, pero puesto que tu poder es el Suyo, y, por lo tanto, tan grande como el de Él, puedes darle la espalda al amor. 4La impor­tancia que le das a la culpabilidad se la quitas a Dios. 5Y tu visión se torna débil, tenue y limitada, pues has tratado de separar al Padre del Hijo y de limitar su comunicación. 6No busques la Expiación en mayor separación, 7ni limites tu visión del Hijo de Dios a lo que interfiere en su liberación y a lo que el Espíritu Santo tiene que deshacer para liberarlo. 8Pues es su propia creencia en la limitación lo que lo ha aprisionado.

7. Cuando el cuerpo deje de atraerte y ya no le concedas ningún valor como medio de obtener algo, dejará de haber entonces interferencia en la comunicación y tus pensamientos serán tan libres como los de Dios. 2A medida que le permitas  al Espíritu Santo enseñarte a utilizar el cuerpo sólo como un medio de comunicación y dejes de valerte de él para fomentar la separación y el ata­que, que es la función que el ego le ha asignado, aprenderás que no tienes necesidad del cuerpo en absoluto. 3En el instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios. 4Al aceptarla como algo completamente indiviso te unes a Él por completo en un instante, pues no quieres imponer ningún límite en tu unión con Él. 5La realidad de esta relación se convierte en la única verdad que jamás podrías desear. 6Toda verdad reside en ella.  

lunes, 27 de junio de 2011

27 JUNIO: REPASO (165-166)



AUDIOLIBRO


EJERCICIOS




LECCIÓN 178

Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

1. (165) Que mi mente no niegue el Pensamiento de Dios.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

2. (166) Se me han confiado los dones de Dios.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.


TEXTO

VII. El sacrificio innecesario


1. Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el Padre ejerce sobre Su Hijo. 2Ningún otro amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. 3Ése es el único amor que se da plenamente y que es plenamente correspondido. 4Puesto que goza de plenitud, no pide nada. 5Puesto que es totalmente puro, todos los que se unen a él lo tienen todo. 6Esto no es así en ninguna relación que el ego entabla. 7Pues toda relación que el ego entabla es siempre especial.

2. El ego entabla relaciones con el solo propósito de obtener algo. 2Y mantiene al dador aferrado a él mediante la culpabilidad. 3Al ego le es imposible entablar ninguna relación sin ira, pues cree que la ira le gana amigos. 4No es eso lo que afirma, aunque ése es su propósito. 5Pues el ego cree realmente que puede obtener algo y conservarlo haciendo que otros se sientan culpables. 6Ésta es la única atracción que ejerce, pero es una atracción tan débil que no podría subsistir si no fuese porque nadie se percata de ello. 7Pues el ego siempre parece atraer mediante el amor y no ejerce atracción alguna sobre aquellos que perciben que atrae mediante la culpabilidad.

3. La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser reconocida como lo que es. 2Pues al haberse convertido en algo real para ti, es esencial que la examines detenidamente, y que aprendas a abandonarla dejándote de interesar por ella. 3Nadie abandonaría lo que considera valioso. 4Pero la atracción de la culpabilidad es algo valioso para ti debido únicamente a que no has examinado lo que es y, por lo tanto, la has juzgado completa­mente a ciegas. 5A medida que la llevemos ante la luz, tu única­ pregunta será: "¿Cómo es posible que jamás la hubiese podido desear?" 6No tienes nada que perder si la examinas detenida­mente, pues a una monstruosidad como ésa no le corresponde estar en tu santa mente. 7Este anfitrión de Dios no puede estar realmente interesado en algo semejante.

4. Dijimos anteriormente que el propósito del ego es conservar e incrementar la culpabilidad, pero de forma tal que tú no te des cuenta de lo que ello te ocasionaría. 2Pues la doctrina fundamen­tal del ego es que te escapas de aquello que les haces a otros. 3El ego no le desea el bien a nadie. 4No obstante, su supervivencia depende de que tú creas que estás exento de sus malas intencio­nes. 5Te dice, por lo tanto, que si accedes a ser su anfitrión, te permitirá proyectar su ira afuera y, de este modo, te protegerá. 6Y así se embarca en una interminable e insatisfactoria cadena de relaciones especiales, forjadas con ira y dedicadas exclusiva­mente a fomentar tan sólo la creencia descabellada de que cuanta más ira descargues fuera de ti mismo, más a salvo te encontrarás.

5. Ésa es la cadena que ata al Hijo de Dios a la culpabilidad, y la que el Espíritu Santo quiere eliminar de tu santa mente. 2Pues esta infame cadena no tiene por qué estar aprisionando a aquel que Dios Mismo ha elegido, como Su anfitrión, quien no puede convertirse a sí mismo en anfitrión del ego. 3En el nombre de su liberación y en el Nombre de Aquel que desea liberarle, examine­mos más detenidamente las relaciones que el ego urde y dejemos que el Espíritu Santo las juzgue verdaderamente. 4Pues es indu­dable que si las examinas, se las ofrecerás gustosamente a Él. 5Lo que Él puede hacer de ellas tú no lo sabes, pero estarás dispuesto a averiguarlo si primero estás dispuesto a percibir lo que tú has hecho de ellas.

6. De una forma u otra, toda relación que el ego entabla está basada en la idea de que sacrificándose a sí mismo él se engran­dece. 2El "sacrificio", que él considera una purificación, es de hecho la raíz de su amargo resentimiento. 3Pues preferiría atacar de inmediato y no demorar más lo que realmente desea hacer. 4No obstante, dado que el ego se relaciona con la "realidad" tal como él la ve, se da cuenta de que nadie podría interpretar un ataque directo como un acto de amor. 5Mas hacer sentir culpable a otro es un ataque directo, aunque no parezca serlo. 6Pues los que se sienten culpables esperan ser atacados, y habiendo pedido eso, se sienten atraídos por el ataque.

7. En tales relaciones dementes, la atracción de lo que no deseas parece ser mucho mayor que la atracción de lo que sí deseas. 2Pues cada uno piensa que ha sacrificado algo por el otro y lo odia por ello. 3Eso, no obstante, es lo que cree que quiere. 4No está enamorado del otro en absoluto. 5Simplemente cree estar enamorado del sacrificio. 6Y por ese, sacrificio que se impone a sí mismo; exige que el otro acepte la culpabilidad y que se sacrifi­que a sí mismo también. 7El perdón se hace imposible, pues el ego cree que perdonar a otro es perderlo. 8De la única manera en que el ego puede asegurar la continuidad de la culpabilidad que mantiene a todas sus relaciones intactas es atacando y negando el perdón.

8. Sin embargo, tales relaciones tan sólo dan la impresión de estar intactas, 2pues para el ego lo único que las relaciones significan es que los cuerpos están juntos. 3Esto es lo que el ego siempre exige, y no objeta adónde se dirige la mente o lo que piensa, pues eso no parece ser importante. 4Mientras el cuerpo esté ahí para recibir su sacrificio, él es feliz. 5Para él la mente es algo privado, y el cuerpo es lo único que se puede compartir. 6Las ideas son básicamente algo sin importancia, salvo si con ellas se puede atraer o alejar el cuerpo de otro. 7Y ése es el criterio del que se vale para juzgar si  las ideas son buenas o malas. 8Todo aquello que hace que el otro se sienta culpable y que le impida irse debido a la culpabilidad es "bueno". 9Lo que lo libera de la culpabilidad es "malo", pues en ese caso dejaría de creer que los cuerpos se pueden comunicar, y, por lo tanto, se "marcharía".

9. El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego "bendice" toda unión. 2Y aquellos que se unen ante su altar acep­tan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su unión. 3En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque dedi­cadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. 4Pues cada uno cree que eso mitiga su propia culpabilidad. 5El otro­ siempre parece estar atacándole e hiriéndole, tal vez con minu­cias, tal vez "inconscientemente", mas nunca sin dejar de exigir sacrificio. 6La furia de los que se han unido en el altar del ego es mucho mayor de lo que te imaginas. 7Pues no te das cuenta de lo que el ego realmente quiere.

10. Cada vez que te enfadas, puedes estar seguro de que has enta­blado una relación especial que el ego ha "bendecido", pues la ira es su bendición. 2La ira se manifiesta de muchas formas, pero no puede seguir engañando por mucho tiempo a los que se han dado cuenta de que el amor no produce culpabilidad en absoluto, y de que lo que produce culpabilidad no puede ser amor, sino ira. 3La ira no es más que un intento de hacer que otro se sienta culpable, y este intento constituye la única base que el ego acepta para las relaciones especiales. 4La culpabilidad es la única necesidad del ego, y mientras te sigas identificando con él, la culpabilidad te seguirá atrayendo. 5Mas recuerda esto: estar con un cuerpo no es estar en comunicación. 6Y si crees que lo es, te sentirás culpable con respecto a la comunicación y tendrás miedo de oír al Espíritu Santo, al reconocer en Su Voz tu propia necesidad de comunicarte.

11. El Espíritu Santo no puede enseñar valiéndose del miedo. 2¿Cómo iba a poder, entonces, comunicarse contigo, mientras creas que comunicarte equivale a quedarte solo? 3Obviamente es una locura creer que vas a ser abandonado si te comunicas verda­deramente. 4Sin embargo, son muchos los que creen esto. 5Pues creen que sus mentes tienen que ser algo privado, o, de lo contra­rio, las perderían, pero que si son únicamente sus cuerpos los que están juntos sus mentes siguen siendo suyas. 6La unión de los cuerpos se convierte, por lo tanto, en la forma de mantener la separación de las mentes. 7Pues los cuerpos son incapaces de per­donar, 8Sólo pueden hacer lo que la mente les ordena.

12. La ilusión de que el cuerpo  goza de autonomía y de que es capaz de superar la soledad es tan sólo una estratagema del ego para establecer su propia autonomía. 2Mientras creas que estar con otro cuerpo es tener compañía, te verás obligado a tratar de reducir a tu hermano a su cuerpo, y a confinarlo allí mediante la culpabilidad. 3Y te sentirás a salvo en la culpabilidad y en peligro cuando te comunicas. 4Pues el ego siempre enseña que la soledad se supera mediante la culpabilidad, y que la comunicación es la causa de la soledad. 5Y a pesar de la evidente demencia de esta lección, son muchos los que la han aprendido.

13. El perdón radica en la comunicación tan inexorablemente como la condenación radica en la culpabilidad. 2La función docente del Espíritu Santo consiste en enseñar que la comunicación es la sal­vación a aquellos que creen que es condenación. 3Y Él llevará a cabo Su función, pues el poder de Dios en Él y en ti están unidos en una relación real tan santa y tan poderosa, que puede superar incluso esa creencia sin temor alguno.    

14. A través del instante santo es como se logra lo que parece ser imposible, haciendo que resulte evidente que no lo es. 2En el ins­tante santo la culpabilidad no ejerce ninguna atracción, puesto que se ha reanudado la comunicación. 3Y la culpabilidad, cuyo único propósito es interrumpir la comunicación, no tiene ningún propósito en él. 4No hay nada en el instante santo que esté oculto ni hay en él pensamientos privados. 5El estar dispuesto a entablar comunicación atrae a la comunicación y supera la soledad com­pletamente. 6Con esto, el completo perdón se consuma, pues no hay ningún deseo de excluir a nadie de tu compleción, al reconocer de súbito cuán importante es el papel que todos juegan en ella. 7Bajo la protección de tu plenitud, se invita a todo el mundo y se le da la bienvenida. 8Y comprendes que tu compleción es la de Dios, Cuya única necesidad es que tú seas completo. 9Pues tu compleción hace que cobres conciencia de que formas parte del ámbito de Dios. 10Y en ese momento es cuando te experimentas a ti mismo tal como fuiste creado y tal como eres.

domingo, 26 de junio de 2011

26 JUNIO: REPASO (163-164)



AUDIOLIBRO




EJERCICIOS




LECCIÓN 177

Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

1. (163) La muerte no existe. 2El Hijo de Dios es libre.
3Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.

2. (164) Ahora somos uno con Aquel que es nuestra Fuente.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.